¿Hay vida después de la muerte?

Es una pregunta que siempre suscita controversia. Nadie puede demostrar nada. Solo se puede tener fe y esperanza - o no. El teólogo Henry Nouwen escribió una parábola sobre este tema, imaginando las conversaciones de dos bebés gemelos en el vientre de su madre.

"¿Tu crees en una vida después del nacimiento?" preguntó un día un gemelo al otro. "Si, yo creo que eso existe", responde el otro. "Creo que nuestra vida aquí sirve para que crezcamos y nos preparemos para la vida después del nacimiento". "Pero qué tontería", dijo el gemelo no-creyente, "eso no existe. ¿Cómo te imaginas eso, una vida después del nacimiento?" "No lo sé con exactitud", respondió el otro, "pero imagino que habrá mucha más luz y que a lo mejor caminaremos libremente." "Qué tontería", contesta el otro, "¿caminar libremente? ¿No ves que eso es imposible? El cordón umbilical ya es demasiado corto ahora." "Si, yo creo que es posible, todo será un poco diferente entonces..." "Nunca nadie volvió de después del nacimiento, con el nacimiento termina la vida", respondió el no-creyente. El otro: "Aunque no sepa cómo será exactamente la vida después del nacimiento, lo que sí creo es que entonces veremos a nuestra madre y ella cuidará de nosotros." "¿Madre? ¿Tu crees en una madre? ¿Y donde está, me lo puedes decir?" "Pues aquí mismo, por todas partes a nuestro alrededor: estamos en ella, vivimos gracias a ella y por ella. No podemos existir sin ella." "Pero qué tonterías dices, nunca he notado que haya una madre, así que no existe." "Si si, a veces, cuando guardamos silencio, la puedes escuchar como canta o sentir como acaricia nuestro mundo..."